- Eres un capullo.
La chica le propinó un puñetazo en el brazo antes de echar a andar. Él chico la miró consciente de que lo que quería era que la siguiera. No tardó mucho en alcanzarla.
- Menos humos, Caperucita, - dijo al tiempo que la cogía del brazo - que los lobos solemos morder.
Ella rió de buena gana ante el comentario
- ¿Qué te hace tanta gracia?
- ¿Qué te hace pensar que dejaré que me muerdas?
Ambos cruzaron las miradas, llenas de deseo, e iluminaron sus rostros con sonrisas pícaras.
- Tan solo tengo que apretar las tuercas adecuadas.
Besos en el cuello, lentos, descendentes... La chica se pierde y se deja llevar. Él tenía razón, llegaba un momento en el que la tenía tan controlada que la daba igual lo que la hiciera, como si la quitaba la ropa a mordiscos, como si la esposaba a su cama para lo que la quedaba de vida. Lo mismo daba.
Ay, el encanto de los lobos...
ResponderEliminarBesos.
Y tan encanto... ¿Cómo es posible que a veces no atraiga tanto el peligro? .-.
EliminarUn beso :)
de que me sonará a mi esa frase ehhh
ResponderEliminarmuy buena un besito :)
Sabemos bien de donde viene... jajaja
EliminarUn beso, bonita <3
"Menos lobos, Caperucita... que los lobos solemos morder". Pues mira lo que te digo, que yo dejaba de buena gana que me mordiera. Y por lo que parece, tú también jajajaj
ResponderEliminarMuchos besitos, bonita. Me encanta leerte :)
M.
Has dado en el clavo, yo me dejava morder las veces que hicira falta y más si me sueltan frases como esta :P
EliminarBesos (lo mismo digo) <3