El jarron sonó con un golpe seco al estrellarse contra el suelo, aunque a ella eso ni se la pasó por la cabeza.
Estaba histerica. Rabiosa.
Los objetos volaron de un lado a otro de la casa: contra las paredes, el suelo, saliendo despedidos por la ventana...
Jamás en toda su vida había sentido tal grado de enfado. Necesitaba liberar toda esa tensión y parecía que romper todas esas cosas no le era suficiente, de hecho lo único que conseguiría con ello sería tener que reponer un montón de cosas al día siguiente y gastarse bastante dinero al hacerlo.
Harta de destrozarlo todo se abalanzó sobre el armario donde descansaban todas las botellas. Abrió una sin mirar si quiera qué era y bebió a palo seco un largo trago. Whisky.
Tampoco calculó el tiempo que estuvo sentada de cualquier manera en el suelo, agarrada a la botella como un niño se agarra a su biberón, solo supo que en un momento dado dejó de llorar y gritar en silencio y recogió todo justo antes de que sonara el telefono.
Mensaje. Uno de sus mensajes.
Y ahí estaba, con el corazón que no sabía si estaba roto o qué, muerta de celos, sin saber qué pensar ni cómo tomárselo porque en realidad no sabía qué pasaba pero, a pesar de todo, sonriendo como una tonta total y absolutamente enamorada.